
"Bajo un régimen de signos pasional y subjetivo ( a través de la palabra el pueblo se constituye como pueblo), la palabra, como plano de consistencia de toda habla, se proyectaba hacia un centro-sujeto, fuente de toda significación: la palabra se había rostrificado, hipostasiado, personificado. La palabra era Dios, Baal, Yahveh o Elhoim: la sabiduría personificada, manifestada. El Dios semita actuaba diciendo, creaba por la palabra. La palabra ya no era recolección sino semilla, siembra."
L.F. Carracedo. Entre la Luz y la Palabra