jueves, 25 de febrero de 2010

Doktor Faustus


" El dibujo que más preocupaba a Jonathan se encontraba, grabado en rojo oscuro, sobre el fondo blanco de la concha de un molusco de Nueva Caledonia, de mediano tamaño. Los caracteres, como trazados con un pincel, formaban un ornamento lineal en las proximidades del borde, pero en la mayor parte de la abovedada superficie ofrecían la cuidadosa complicación que es propio de ciertos signos alfabéticos, y me recordaban, con acusada semejanza, los perfiles del viejo alfabeto arameo. Para complacer a su amigo, mi padre le llevaba a veces libros de arqueología de la relativamente bien provista Biblioteca Municipal de Kaisersaschern, con ayuda de los cuales ciertas investigaciones y comparaciones resultaban posibles. Unas y otras no daban naturalmente ningún resultado, tan confusas y contradicctorias eran las conclusiones que de ellas podían sacarse. Jonathan lo reconocía , así, no sin cierta melancolía, al mostrarnos el misterioso grabado. "Ha quedado demostrado, nos decía, la imposibilidad de descubrir el sentido de esos signos. Así es por desgracia, hijos míos. Escapan estos signos a nuestra comprensión y así será para siempre, por muy sensible que eso sea. Digo que 'escapan' para indicar que 'no se revelan' y nada más. Nadie me hará creer, en efecto, que estos signos, de los cuales no poseemos la clave, los ha grabado la Naturaleza en esta venera con un propósito exclusivamente ornamental. Signo y significado han seguido siempre una marcha paralela y los viejos manuscritos eran, a la vez, obras de arte y medios de comunicación. Que nadie me diga que esos signos no contienen un mensaje. Si a él nos está vedado el acceso, el placer de recrearse en esta contradicción tiene también su encanto."

Thomas Mann, "Doktor Faustus", cap. 3.